Pacto ficcional

Caro lector, antes de leer, firmemos un pacto:

Juro no escribir la verdad, ni toda la verdad y algo más que la verdad.

¿Jura creerse la mentira, toda la mentira y nada más que la mentira?





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lunes, 14 de diciembre de 2015

URÓBOROS




     Lo peor de una frustración es que no se va. Te obsesiona. Las frustraciones son redundantes: doble o nada. Puedes hacer como que no está o fingir que no te importa. Da igual. Puede que a veces te mires al espejo y no esté, pero no se ha ido, está ahí, debajo de la piel, quizá enroscada en el tobillo, puede que camuflada entre el cabello, o justo debajo de los dedos de los pies. Pero el espejo no te avisa, se calla como una perra mientras la serpiente le guiña un ojo. Solo se estaba cambiando de camisa antes de seguir interrogándote, urgándote, comiéndote, envenenándote.


     Y un día te levantas y no sabes por qué pero hay algo incómodo al poner los pies en el suelo, hay algo demasiado amargo en el café y es como si alguien hubiera estado toda la noche cortando cebolla, y no sabes si es que te pesa demasiado la sangre o es que parece que no tuvieras ninguna. Y quizá no quieras saberlo, pero la verdad es que (otra vez) estás de nunca hasta las cejas.


     Será que te ha vuelto a morder. Será que se te ha vuelto a llenar la boca de zumo de limón. Será que “nunca” algunas veces es como una espiral negra llena de espinas y otras el fondo de un pozo a dos milímetros de tu nariz.


     Pero ahora qué más da, si acabas de mirar al espejo y ya no estabas tú, solo había una pescadilla que no paraba de intentar morderse la cola.






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