A veces echar de menos puede resultar bonito.
Es bonito amar a, pensar en, acordarse de.
Dedicar amor, en general, es bonito.
Pero extrañarte a ti
(amor, me vas a perdonar que te lo diga)
es tan torpe como darle un beso a una guindilla:
algo tan ingenuo que no entiendo
cómo puede escocer hasta
desear arrancarme los labios,
por estúpida.
Y nunca imaginé
una levedad tan aplastante,
un principio tan acabado,
una raíz tan yerma,
un amor tan a la basura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario