1.
Ella se quitó los zapatos. Con el rostro tenso, se
dejó deshacer.
Lo primero que le arrancó fue la blusa, con un beso
de estaca en cada hombro. Abajo, las caderas dejaron resbalar la falda; apenas
un esfuerzo de resistencia para sostener las medias, que se aferraban,
enamoradas de la carne.
La llevó, ahora, frente al espejo. Ella temblaba.
Trató de calmarla, en vano, con alguna caricia. La
segunda piel, la piel exterior, se convertía ahora en despojos que comenzaban a
perder el calor humano al contacto con el suelo. Con las yemas de los dedos difuminaba el carmín, ya más
mancha que dibujo.
Ella, desnuda, con un puño estrangulándole las
tripas.
2.
Él se asustó porque no imaginaba labios bajo el carmín.
Tampoco hallar boca y vida labios adentro.
No supo cómo reaccionar ante los primeros balbuceos.
Con un hilo de voz se tejió un misterio del que
nunca la despojaría: ¿quién dijo desnuda?
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