Cantando espero a la
muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
MIGUEL HERNÁNDEZ
Que te quedes, no te harán daño, le
dije. Que te sigo. Que me matan. Que me muero. Hablábamos de la muerte para
dejar la vida al descubierto. Pero nos equivocábamos. Nunca debimos emprender
un viaje tan interminable estando ella de ocho meses. El niño no
vivirá y yo me dejaré caer en los pastos
que cubrirá la nieve para que de las cuencas de mis ojos nazcan flores que
irriten a quienes prefirieron la muerte a la poesía.
¡Miguel, se cumplirá tu profecía!
¿Dónde estarás ahora, Miguel, que
no puedes consolarme? Daría una eternidad por poder escuchar otra vez tus
versos líquidos, tu palabra templada, tus consejos de amigo. Quizás tanto dolor
me convierta en un poeta, Miguel, y puede que ya no tengas que rezumar tanta
benevolencia. ¿Recuerdas cuando me llamabas el arquero proletario? Elena te
quería por eso y te seguirá queriendo aunque esté muerta.
Los girasoles ciegos, ALBERTO
MÉNDEZ
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