Pacto ficcional

Caro lector, antes de leer, firmemos un pacto:

Juro no escribir la verdad, ni toda la verdad y algo más que la verdad.

¿Jura creerse la mentira, toda la mentira y nada más que la mentira?





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domingo, 12 de mayo de 2013

El orden alfabético, Juan José Millás


"Cuando llegué a la puerta del colegio y comencé a coincidir con mis compañeros me quedé asombrado de la cantidad de narices diferentes que había en el mundo. Y todas eran distintas entre sí, igual que las orejas o los labios. Me di cuenta también de que la mayoría de las personas, al sonreír, enseñaban los dientes, y aunque había visto miles de dientes en mi vida me parecieron un instrumento nuevo, de enorme precisión, pues no sólo servían para cortar el pan y masticarlo, sino para gustar.

A mí me gustaba una chica de un curso superior al mío, Laura, que al reírse enseñaba también un poco las encías, como quien muestra sin darse cuenta un borde de la ropa interior. Precisamente estaba allí, riéndose junto a unas amigas, y yo me quedé cerca del grupo para vérselas. Era como estar delante de una chica que se desnuda sin que le parezca mal que la observes. Al contrario, creo que le gustaba, así que cada vez que Laura sonreía, a mí me parecía que se quitaba la ropa porque ya digo que me volvían loco sus encías. Entonces, de súbito, supe que la desnudaba para mí.

En el otro lado del calcetín, o de la existencia, nuestras miradas se habían cruzado muchas veces, pero llegaban al otro oscurecidas, como si tuvieran que atravesar una cortina de sombras bajo cuyo peso hubieran perdido su fuerza original. Entonces yo sonreí sin ningún motivo, sólo para que ella viera mis dientes, y comprendí que estábamos haciendo algo excitante, de lo que nadie se daba cuenta a pesar de que nos encontrábamos rodeados de gente."


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