Volaba la mariposa
debajo de de su sombrero
en busca de la luz cálida
un gélido mes de enero:
cien rayitos se calaban
entre la sombra y el suelo.
Junto a aquella mariposa
cantaba libre el riachuelo:
- Aunque yo no tengo alas,
vuelo ágil y te sueño
con aire de primavera
sin ataduras ni dueño.
- Riachuelo, si no tuviera
en mi garganta un pañuelo
con florituras doradas
que quieren partirme el cuello,
haría de estas alillas
las dos trenzas de mi pelo;
pero, Arroyo, mientras sueñas,
por tus aguas me desvelo.
Gemían con pena negra
por la orilla de este duelo
la mariposa presumida
y el orgulloso arroyuelo.
Por ANABEL ESPOLO
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